Qué tristeza cuando te das cuenta que ya no le importas. Antes no hacía sino llamarte y preguntarte cómo estabas. Hoy ni siquiera le interesa si comiste, si saliste, qué te pasó en todo el día. No se cansaba de repetir una y otra vez que no podía dormir sin antes recibir tus “buenas noches” aunque fuera por teléfono. Cómo cambian las cosas y cómo cambia la gente. Pero, ¿por qué uno no cambia? ¿Por qué sigues siendo el mismo imbécil que lo das todo sin reclamar nada? ¿Por qué al principio piensas que es el amor de tu vida y luego caes de la nube de la forma más dura posible y te das cuenta de que es un pobre mortal que no te merece?
¿Por qué te salen todas las canciones tristes y no haces sino llorar y pensar en qué hiciste mal? ¿En qué te equivocaste? ¿Qué tienes que cambiar para ser realmente feliz?
La verdad sólo te queda el pensar que para qué pedir sentimientos. En tu conciencia está presente el hecho de que lo diste todo esperando que el otro te brindara lo mismo. No es tu culpa ser bueno porque tarde o temprano el haber sido sincero y haber brindado lo mejor que tenías se verá reflejado del algún modo en tu vida.

